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Un mes antes... ... un mes después

14 de Septiembre 2003

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Son las 5 de la tarde, creo que es un buen momento para amanecer y comer algo. Ya no llegaba a comer a casa de Bea así que tendríamos que improvisar algo para nosotros tres, Yayo se mete en la cocina y empezamos a preparar unos espaguetis con bechamel y jamón. Mientras tanto Flipe asustado por la espontánea desaparición el día anterior de La monda y Leo así que habla con ellos para asegurarse de la no existencia de bajas dentro del grupo. Después de ponerse al día respecto a esos temas Pablito nos informa del estado de su carrera, que al igual que su vida es lamentable y va directa al pozo.
Pero bueno... tales hechos “aislados” no nos perturban demasiado, pues en el fondo sabemos que la noche de hoy nos valdrá para olvidar las posibles faltas cometidas con anterioridad.
Se masca la tragedia al observar que el plan marcha sobre ruedas, tras un poco de descanso nos bajamos a Madrid compramos los mejunjes necesarios para tomar unas cuantas copitas recogemos a un Phulano cualquiera y a Pablito y ponemos rumbo a los mares del alcohol y la depravación.
El viaje como siempre fue movidito, el copiloto no paro de hacer capulladas poniendo en peligro las vidas poceras de sus compañeros de vehículo, lo cual aunque parezca extraño provocaba una gran diversión sobre mí.
Una vez allí nuestros gaznates nos pedían el divino liquido que tantas otras veces nos pidió y como íbamos a negarnos???!!! Las peticiones fueron atendidas...
aqui los tres Phulanos

Mas tarde llegaron Yayo y Leo, la fiesta ya estaba mas que montada pero su cooperación siempre es imprescindible.
La noche continuaba su rumbo y no era otro que la alcoholización de los miembros que allí se encontraban, lo cual no era de desagrado para ninguno de nosotros, pues mas bien seria todo lo contrario... uno para todos y todos para uno

Leo decide irse y bajo el asombro por tan bajo aprecio por la vida de un amigo y la de uno mismo, Flipe y Yayo deciden llevarle a Madrid. En ese momento Raphulano, Pablito y yo aun victimas del asombro decimos: “Esos valientes eran amigos...” en ese momento decido buscar a una niña, con la esperanza de que se encontrara donde el día anterior sé había puesto y así es, allí estaba un día más.
Los vasos de mini que compramos parecían no tener fondo al igual que el pozo en el que se encuentran dos de los tres porteadores de ellos, Raphulano y Pablito, así que porque parar de beber?? El buen royo sigue presente y las patochadas no tienen fin, hasta que varias horas después vuelven los dos amigos de los cuales ya casi no recordábamos ni sus nombres.
Desde la mayor el oteador nos informa del desplazamiento de un buque infestado de mujeres hacia unas tierras llamadas “la botellita” sin dudarlo ordeno a Flipe que cambie el rumbo del timón en dirección a tierras tan prometedoras, pero esta orden no es llevada a cabo por él si no por Yayo, que sin duda sus condiciones de embriaguez son menores que las del resto de tripulantes de la nave. Las aguas están agitadas y nos es complicado llegar a puerto en el tiempo estimado, pero por fin logramos hacerlo.
En ese momento se producen dos bajas, Raphulano y Yayo ponen fin a su travesía de un modo prematuro y Flipe decide hacer lo mismo, por lo que nos quedamos Pablito y yo solos ante el peligro... o eso era lo que creíamos.
Bailes, copas y ... Pablito quita esa cara de capullo que es tu móvil vibrando!!!! Cual era nuestro asombro al ver que era nuestro contramaestre Flipe, que había perdido el coche y cayo en la desesperación al no encontrarlo, salimos y fuimos a buscarle y nos relato tan cruel jugada del destino entre sollozos. Las risas se hicieron presentes una vez mas pues le habíamos dejado en su coche y no comprendíamos como lo había perdido.
Cuando nos recuperamos de las agujetas producidas por las risotadas, yo como capitán del barco me vi obligado a llevar a mis dos oficiales y a dos grumetillas que se habían colado en el barco, Helenca e Ivana, a las cuales les digo que una vez mas fue un placer llevarlas. Me despido de Helenca en su casa y conozco a su perrita, he de marchar, aunque yo no quería hacerlo, pero el coche se iba sin mí, porque habían quitado el freno de mano. Tras la amarga despedida desde dentro del maletero una mano nos llena de febrise y una zapatilla es atropellada, churros una vez mas, robo de una señal y la compra del periódico auguran un par de horas mas de buen royo y amistad.
Por cierto Pablito eso de escribir mensajes a niñas a las 10 de la mañana diciendo que las quieres no esta bien. El castigo: 5 tobitas en la espalda.